Probablemente hayas oído alguna vez aquello de “a mí la ansiedad me engorda” o “cuando estoy nervios@ me da por comer demasiado”. No sé si ha sido tu caso pero estas frases yo las he escuchado desde que era pequeña y ahora también, aunque en un contexto diferente. Una de las áreas en las que se entromete la señorita ansiedad es en nuestra forma de alimentarnos y, a veces, sin darnos ni siquiera cuenta . Hoy, en especial, me gustaría poner el foco de este post en la Ansiedad por comer.
Una de las dificultades o problemas por las que las personas acuden a consulta suele ser la ansiedad y sus síntomas. Las personas que la padecen suelen sentir que ésta interfiere en el funcionamiento de su día a día y además, siendo la protagonista en diferentes ámbitos de su vida.
¿Qué es la Ansiedad?
Si te digo que la ansiedad es una respuesta adaptativa humana ante una situación estresante, quizás te cueste creerlo, pero así es. La ansiedad de hecho hace referencia al conjunto de procesos psicofisiológicos que se dan ante aquello que percibimos como amenazante (sea un peligro real o percibido). Hace que nos preparemos para dar, ante la mínima señal de aparición de este estímulo que percibimos como amenazante, una respuesta rápida de huida o ataque.
Ahora bien, si la respuesta es proporcional al estímulo que lo desencadena, se trata de una respuesta adaptativa. Ocurre ocasionalmente y es temporal. Por el contrario, si se está continuamente en un estado de preocupación o nerviosismo, y se percibe a cada instante peligro ante el menor estímulo de manera injustificada, el sistema nervioso se vuelve más sensible a los estímulos que aparecen de forma repentina, sin esperarlos. De manera que se encuentra constantemente activado y la persona siente la necesidad de estar continuamente en alerta por algo que percibe que va a suceder.
Esto ya no se trata de una respuesta adaptativa, pues permanece en el tiempo y requiere de ayuda de un profesional de la psicología pues afecta al desempeño diario. La buena noticia es que existen tratamientos efectivos con evidencia científica para la ansiedad.
Ansiedad por comer
También conocida como “comer por ansiedad” y que entra a formar parte de lo que se llama “hambre emocional” o “alimentación emocional”. Es decir, comer no porque se siente hambre física sino comer por cómo te sientes (hambre emocional). El estado de ánimo condiciona la ingesta de comida, esto es el cómo como y el qué como.
Si sentimos de manera habitual, en nuestra rutina diaria, que comemos sin poder parar, de forma compulsiva y sin apetito, alimentos poco saludables, pero es un impulso que no podemos parar, aquí está actuando la señorita ansiedad. Comemos de repente y sin freno un poco de chorizo y ya que están ahí encima de la mesa, unas patatas fritas, y por qué no, un poquito de chocolate y… La lista puede ser más grande, esto es a modo de ejemplo. Llegado a este caso, lo mejor es solicitar ayuda a un psicólogo.
Cuando ocurre esto, la persona que lo padece siente necesidad de comer para poder calmar “aquello” que le está alterando y molestando. No atiende a una señal de hambre física sino a una señal de hambre emocional. Existe en ella un conflicto emocional, algo que la está alterando, que no está gestionando ni resolviendo de una manera adecuada para ella. Como adivinarás, esta sensación de hambre al no ser física, no la puede satisfacer con la comida y probablemente, al final se sentirá peor que cuando empezó a comer. No te extrañes si los días que sientes más nervios o temor, puedas comer más. Pero fíjate si se convierte en algo que hagas como hábito. Si es así, pide ayuda a un psicólog@.
¿Puedo saber si es el hambre física o hambre emocional?
Rotundamente sí, aunque necesitas prestar atención a algunas señales. El hambre por ansiedad surge de manera repentina, suele aparecer junto a una imagen mental de la comida o la representación de su sabor, por ejemplo. Y con un impulso irrefrenable y, por tanto, de intensidad muy elevada por comer, que hace que tengas que satisfacerlo en el momento. Generalmente “apetecen” comidas de altas calorías que, además, no te llenan y de una forma en la que no prestas atención ni a la cantidad que ingieres ni al tiempo que le dedicas a comer ni siquiera a saborear los alimentos. Lo haces de forma automática. Y además, después de comer por ansiedad, suelen aparecer sentimientos de culpa, vergüenza, tristeza y/ o arrepentimiento.
¿Y cómo sucede esto?
El inicio es sencillo, darling. Nos acordamos de esa comida que tenemos guardada o a la vista que nos anima a comer, porque en una experiencia del pasado nos ha proporcionado placer, satisfacción y calma a nuestro malestar. Esas emociones de resultado de bienestar nos motivan y empujan a desear realizar la acción de comer otra vez.
Cuando comemos, se libera, entre otros neurotransmisores, la dopamina que está asociada con la sensación de placer y fuertemente relacionada con la regulación del comportamiento alimentario. El centro de placer en nuestro cerebro está formado por diferentes áreas cerebrales específicas. En el momento que comemos, se pone en marcha el mecanismo de recompensa al activarse las neuronas del centro de placer y liberar dopamina, que nos hace sentir bien y que asociamos al evento positivo, lo que reforzará su repetición.
En la ansiedad por comer, se disminuye la sensación de angustia que provoca la ansiedad mediante la acción de comer, sobre todo, ingesta de comida alta en calorías, obteniendo una sensación de bienestar y recompensa inmediata. Aunque, después, probablemente, se experimentan otros sentimientos como la culpa, mayor ansiedad, tristeza y/o remordimientos. Si dejamos que el cómo nos sentimos determine nuestra forma de comer y el qué nos alimenta, podemos llegar a entrar en un bucle que nos afectará a la salud en general, tanto mental como con consecuencias físicas.
Muy bien, pero… ¿qué te lleva a comer por ansiedad?
Ay darling a estas alturas te habrás dado cuenta que el problema radica en la propia ansiedad, en su control y gestión adecuado. Entre las razones más comunes suelen estar:
- No saber gestionar las emociones de manera adecuada: porque aprendimos a esconder y/o reprimir las emociones negativas, o bien porque no tenemos recursos y/o herramientas para lo que nos está solicitando la situación que nos genera conflicto.
- Tener insatisfacción en algún área de nuestra vida que no sabemos cómo llenar y lo hacemos con comida.
- Intentar controlar en exceso las ganas de comer (lo siento darling, pero esto hace efecto rebote).
- Hacer de la comida la única recompensa para celebrar o festejar.
- Inadecuadas pautas de higiene del sueño que no nos permiten descansar.
Y si me doy cuenta que tengo ansiedad por comer, ¿qué hago?
- Sí, soy muy pesada. Si te das cuenta de que interfiere en tu vida, que no consigues gestionar por ti mism@ la ansiedad: Busca ayuda de un profesional de la psicología para que te ayude.
- ¿Te das cuenta en qué momentos aparece? Cuando se es capaz de ver en qué situaciones aparece la necesidad de comer por ansiedad, es más sencillo trabajar para prevenir con estrategias que nos ayuden con el pensamiento, sentimiento, emoción, impulso y compulsión de comer.
- Las emociones no son buenas ni malas, las calificamos nosotros según nos hacen sentir y todas las que aparezcan son necesarias sentirlas, experimentarlas y vivirlas. Si sabes controlar y gestionar emociones, minimizas tensiones innecesarias que puedan estar facilitando esa necesidad por comer.
- ¿Qué mas te gusta hacer? Encontrar actividades como opciones que nos llenen además de la comida y que nos satisfagan nos ayuda a crear alternativas a la que acudir para auto cuidarnos.
- Relax, darling. Objetivo: disminuir la ansiedad y calmar nuestro estado de ánimo. Aprender técnicas de relajación y Mindfullness son opciones para ello.
- Y también, movimiento. Queda de más (o quizás no) que se hable del beneficio de realizar ejercicio físico moderado adecuado a la condición de la persona. Entre estos beneficios se encuentra el disminuir o eliminar la tensión acumulada, lo que ayuda a rebajar niveles de ansiedad y estrés.
- Implementar pautas de higiene de sueño adecuadas a la persona. SEEDO, Sociedad Española del Estudio de la Obesidad, comenta la existencia de la relación entre falta de sueño y aumento de apetito de comida rica en grasa y azúcar.
- Cuida la dieta y mantenerte hidratad@. En ocasiones acudir a un especialista que nos ayude a saber qué comer y cómo puede marcar una diferencia importante.
Referencias bibliográficas:
- Chopra, D. (2013). ¿De qué tienes hambre? La solución Chopra para la pérdida de peso permanente, el bienestar y el alimento del alma. De la traducción de María Isabel Merino Sánchez. Barcelona: Ediciones Urano, S.A.
- Girault, J. A., & Greengard, P. (2004). The Neurobiology of Dopamine Signaling. Archives of Neurology, 61 (5), 641–644. https://doi.org/10.1001/archneur.61.5.641
- Zelitch, S. (1993). Binge Eating Disorder: Current Knowledge and Future Directions. Obesity Research,1 (4), 306-324. https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/j.1550-8528.1993.tb00626.x